Con frecuencia, los adultos se olvidan de
los placeres más sencillos de la vida, por la vida tan acelerada que
tienen y, sobre todo, al estrés. Por ello, con el objetivo de recuperar la tranquilidad y la felicidad, es importante respirar y recordar por un momento las cosas que te hacían feliz en la infancia, y ponerlas en práctica.
Todos tenemos un niño interior que nos
ayuda a ver las cosas de una manera simple y disfrutar de la vida;
además, existen algunos placeres infantiles que nos devuelven la sonrisa y la sensación de bienestar.
Algunos especialistas consideran que el
mal humor desaparecerá, si dejas tus actividades diarias por un momento,
para disfrutar de un algodón de azúcar, jugar con plastilina o
simplemente dibujar algo que te guste.
Vive la vida como un niño
En el siguiente video se explica la diferencia de cómo disfrutan la vida los niños y los adultos:
Para los infantes no existen las
preocupaciones, porque ellos ven la vida como un juego y no como un
enfrentamiento, así que no lo dudes y recupera a tu niño interior; trata de ver la vida de forma positiva, para perder el temor, la frustración y el enojo.
Por este motivo, olvídate por un segundo del estrés y
regresa el tiempo: visita un parque, haz burbujas, súbete a la
bicicleta, comparte los juegos con tus hijos, dibuja o simplemente ríete
de los más sencillo de la vida; lo importante de cualquier actividad
que realices es que la disfrutes y convivas contigo mismo. Y tú, ¿cómo consientes a tu niño interior?
2. Juego con objetos: usa las manos para crear algo que te divierta, haz manualidades, recicla, imagina, sé creativo.
3. Juego social: queda con otras personas para realizar actividades sociales sin un propósito aparente. Charla, juega a juegos de mesa, haz competiciones verbales…
Si a pesar de estos consejos no consigues incorporar el juego a tu vida diaria, puedes recurrir a recordar las preferencias que tenías cuando eras niño.
“Encuentra los verdaderos nortes de tu infancia e intenta trasladar dichos recuerdos a actividades que encajen con las circunstancias actuales”. Además, compartir tu tiempo con niños también puede ayudar a refrescar tu memoria.
De todas formas, no importa tanto el cómo se juega sino el hecho de que se juegue. No te olvides de planear el tiempo que le vas a dedicar al día. Si crees que no puedes sacar unos minutos diariamente recuerda que, como nos aconseja Burghardt, la felicidad y la energía renovada que se experimenta al jugar compensará con creces el tiempo “perdido”. El trabajo acaba realizándose antes o después pero, si no juegas, acabarás trabajando menos.
Lo cierto es que los beneficios del juego en la edad adulta son muy similares a las ventajas del juego en la infancia. Jugar nos ayuda a:
1. Recuperar la fe en el mundo. Sí, el grado de desencanto puede ser tal que nos sintamos frustrados con nuestra vida simplemente porque consideramos que es muy monótona.
Además, mediante el juego no es necesario atribuir intenciones a los demás, algo que constantemente hacemos y que ocasiona que nos quememos con nuestras relaciones.
2. Recuperar nuestra capacidad de sorprendernos a contemplar la vida desde diferentes perspectivas. Desconectar de la rutina y de los patrones marcados por la sociedad contribuye a nuestra claridad mental, lo que fomenta una resolución de problemas más eficaz.
3. Reducir el nivel de estrés, estimular nuestra inteligencia y potenciar nuestras habilidades sociales.
4. Dar rienda suelta a nuestras experiencias e ilusionarnos. La pasión por el juego es una de las características de un niño feliz. Recuperar esa pasión implica volver a sentirnos dentro de esa burbuja que tanto anhelamos y que tanta falta nos hace en ocasiones.
5. Mantenernos jóvenes y saludables recuperando la vitalidad, generando optimismo y desarrollando nuestra empatía, buscando nuevas sensaciones, generando nuevos placeres y recuperando los antiguos.
¿Cómo podemos incorporar el juego a la vida de un adulto?
1. Juego corporal: participa en cualquier actividad de movimiento activo que no incluya presiones de tiempo o expectativas de resultados (no es lo mismo que jugar a algo para adelgazar)2. Juego con objetos: usa las manos para crear algo que te divierta, haz manualidades, recicla, imagina, sé creativo.
3. Juego social: queda con otras personas para realizar actividades sociales sin un propósito aparente. Charla, juega a juegos de mesa, haz competiciones verbales…
Si a pesar de estos consejos no consigues incorporar el juego a tu vida diaria, puedes recurrir a recordar las preferencias que tenías cuando eras niño.
“Encuentra los verdaderos nortes de tu infancia e intenta trasladar dichos recuerdos a actividades que encajen con las circunstancias actuales”. Además, compartir tu tiempo con niños también puede ayudar a refrescar tu memoria.
De todas formas, no importa tanto el cómo se juega sino el hecho de que se juegue. No te olvides de planear el tiempo que le vas a dedicar al día. Si crees que no puedes sacar unos minutos diariamente recuerda que, como nos aconseja Burghardt, la felicidad y la energía renovada que se experimenta al jugar compensará con creces el tiempo “perdido”. El trabajo acaba realizándose antes o después pero, si no juegas, acabarás trabajando menos.
Lo cierto es que los beneficios del juego en la edad adulta son muy similares a las ventajas del juego en la infancia. Jugar nos ayuda a:
1. Recuperar la fe en el mundo. Sí, el grado de desencanto puede ser tal que nos sintamos frustrados con nuestra vida simplemente porque consideramos que es muy monótona.
Además, mediante el juego no es necesario atribuir intenciones a los demás, algo que constantemente hacemos y que ocasiona que nos quememos con nuestras relaciones.
2. Recuperar nuestra capacidad de sorprendernos a contemplar la vida desde diferentes perspectivas. Desconectar de la rutina y de los patrones marcados por la sociedad contribuye a nuestra claridad mental, lo que fomenta una resolución de problemas más eficaz.
3. Reducir el nivel de estrés, estimular nuestra inteligencia y potenciar nuestras habilidades sociales.
4. Dar rienda suelta a nuestras experiencias e ilusionarnos. La pasión por el juego es una de las características de un niño feliz. Recuperar esa pasión implica volver a sentirnos dentro de esa burbuja que tanto anhelamos y que tanta falta nos hace en ocasiones.
5. Mantenernos jóvenes y saludables recuperando la vitalidad, generando optimismo y desarrollando nuestra empatía, buscando nuevas sensaciones, generando nuevos placeres y recuperando los antiguos.
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